Friday, March 31, 2006

Gracias, Sigmund

De: Marcelo Gustavo Colominas [mailto:mgcolominas@gigared.com]
Enviada em: sexta-feira, 31 de março de 2006 11:09
Para: "Undisclosed-Recipient:;"@n8.gigared.com
Assunto: Gracias, Sigmund (M. Aguinis)

Gracias, Sigmund
WASHINGTON

Este año se conmemora el 150° aniversario del nacimiento de Sigmund Freud. En muchos países se realizan actividades que evocan su vida y su fascinante obra. La bibliografía desenfrenada sobre su pensamiento es inabarcable, y los aspectos ligados con ella comprenden casi todos los rincones del laberinto humano.

En los Estados Unidos, sin embargo, se ha vacilado a partir de la segunda mitad del siglo XX entre una rendida admiración y el rechazo torpe. Freud visitó este país en 1909, por poco tiempo, y saludó a su público con una frase inolvidable: “Vengo a traerles la peste”. Después, su prestigio aumentó en forma sostenida y la Segunda Guerra Mundial determinó la llegada de notables discípulos, que se ocuparon de difundir y ampliar el campo del psicoanálisis.

Pero la aparición de terapias alternativas y de psicofármacos puso en cuestión su calidad y eficacia. En los años 90 parecía registrarse una caída irremediable, lo cual es ahora, de súbito, objeto de una revisión. Pocos años atrás se decía que Freud había muerto. Ahora se empieza a decir que está muy vivo, respaldado por disciplinas que hasta hace poco se consideraban sus sepultureros. La acusación de que fue más poeta que científico se diluyen al recordar que empezó sus trabajos en la ardua investigación histológica y que durante el resto de su existencia lo obsesionó verificar la certeza de sus descubrimientos, al extremo de que a veces mantenía versiones diferentes sobre una misma cuestión a la espera de poder resolverlas con fundamento más adelante, él mismo o sus continuadores.

El laboratorio de sus años iniciales se transformó en el laboratorio de su consultorio psicoanalítico. Al principio estudiaba con microscopio las células del sistema nervioso central y luego, con lupa de entomólogo (o de Sherlock Holmes), los mínimos detalles de las palabras de sus pacientes, para hacer visibles escandalosos secretos.

En una precoz carta a su novia Martha Bernays, le escribió: “Preciosa amada... en este momento estoy tentado por el deseo de descifrar el acertijo de la estructura cerebral. Creo que la anatomía es el único verdadero rival que tienes o tendrás en la vida”. Inventó un método de coloración que le permitía la observación más detallada de las células.

Algunos de sus dibujos, realizados con el arte de Leonardo (que después analizaría en un famoso escrito), serán exhibidos en un homenaje que le brindará la Academia de Medicina de Nueva York dentro de un mes. Prueban su calidad de observador su destreza para captar detalles y su imaginación conceptual. Publicó varios trabajos sobre la histología de los peces y un libro sobre la afasia, antes de empezar el prodigioso develamiento de la mente humana. Fue un profesional de damasquinado rigor que jamás deseó apartarse de la recta científica, pero que estaba bendecido, además, por un excepcional talento literario. Gracias a la seducción de sus textos, pudo vencer las espinosas resistencias que generaron hipótesis revolucionarias, destinadas a sedimentar un procedimiento novedoso de tratamiento, basado, sin embargo, en la herramienta más antigua, valiosa y despreciada del hombre: la palabra.

Hasta hace poco parecía que las neurociencias iban a matar el psicoanálisis. Ahora se multiplican las voces que reconocen el valor de las semillas sembradas por Freud. En la época victoriana, ocuparse de la mente era tarea de filósofos y especuladores. Cinco años antes de lanzar su fundamental Interpretación de los sueños (1900: inauguró el siglo), Freud escribió su arduo Proyecto para una psicología científica. Era un esfuerzo creador impresionante, porque en ese tiempo se carecía de suficiente información histológica y fisiológica y no había escáneres de resonancia magnética, potenciales evocados, ADN ni aportes de la química.

Freud nunca quiso publicar esa obra, que fue impresa después de su muerte. Allí aparecen los brotes de futuras ideas. Se trata de un modelo cohesivo entre la mente y el cerebro, cosa que ahora nos parece obvia, pero que entonces no lo era. Explora las raíces de las abstracciones y describe las células nerviosas que serían responsables de la conciencia, la memoria y la percepción. Eric Kandel, de la Universidad de Columbia, asegura que en ese libro Freud desarrolló el concepto de que la neurona es el elemento esencial del cerebro y de que el contacto entre las neuronas puede ser modificado mediante el aprendizaje.

Lo admirable es que las neurociencias duras admiten que muchos de sus avances se han realizado a partir de los conceptos que Sigmund Freud dejó inconclusos. El escaneo cerebral permite ver lo que Freud sólo pudo intuir con su genio. Las pruebas son numerosas y no asombrarán a los especialistas. Sólo citaré las que alcanzaron mayor difusión. Kandel y sus colaboradores, por ejemplo, han tratado de seguir pistas en los cerebros de estudiantes voluntarios, a los cuales se les mostraron fugaces imágenes de rostros temibles. Tan rápido corrían las imágenes que los voluntarios dijeron que no habían podido ver nada. Pero las imágenes mostraron otra cosa en el escáner: se había encendido la amígdala cerebral, donde se concentra el centro del miedo. Es decir, concluyeron los investigadores, el inconsciente existe.

También se estudió la represión. En la Universidad de Oregon han podido verificarla mediante el “olvido motivado”. Michael Anderson entrenó a personas para memorizar pares de palabras que no tuvieran relación entre sí, como “prueba” y “cucaracha”, por ejemplo. Después las sometió a una resonancia magnética y pidió que se concentraran en la primera palabra, sin prestar atención a la otra. El escáner mostró un complejo circuito: el hipocampo, responsable de recuperar la memoria, exhibía una actividad reducida, mientras que el córtex lateral prefrontal, que ayuda a inhibir las acciones reflejas (como, por ejemplo, retirar la mano de un plato caliente), mostró una actividad multiplicada. Por supuesto que hay mucha distancia entre suprimir una palabra suelta y enterrar en el inconsciente un trauma poderoso, pero, como afirma Anderson, “creo que Freud estaba sobre algo importante”.

Otros estudios utilizaron imágenes cerebrales para descubrir los circuitos que se activan cuando la mente es sometida a un fuerte conflicto; por ejemplo, entre un deseo y un impulso que tiende a inhibir ese deseo. También hay estudios sobre traumas precoces y sus efectos muchos años después. Entre los experimentos con drogas se ha tratado de establecer si es posible corregir un estrés traumático mediante la supresión de determinados recuerdos. En fin: la lista sería larga. Pero debemos saber que sólo se pisó el primer peldaño. En las próximas décadas seguro que tendremos un río de sorpresas adicionales en geométrica progresión.

Ya no es posible dudar de algunos descubrimientos realizados por Sigmund Freud como el mensaje cifrado de los sueños, la significación de los olvidos, la importancia de la sexualidad y su presencia en la infancia, las pulsiones agresivas, el conflicto edípico, la rivalidad fraterna, el poder de los afectos, las transferencias invisibles y otros temas que disecó en forma paciente y brillante. Entre tantas, la humanidad le debe reflexiones profundas sobre la guerra, las ilusiones, el fenómeno de masas, el malestar en la cultura, los orígenes de la religión y el conflicto humano interminable.

De su robusto tronco se han desprendido decenas de escuelas que introdujeron modificaciones, ajustes e inventiva. La psicoterapia se ha convertido en un instrumento imprescindible que puede asociarse con otros recursos, según los pacientes. Jamás olvidarse del antiguo principio que afirma: no existen enfermedades, sino enfermos. Cada individuo necesita y merece una atención específica, al margen de lo que indiquen las teorías o los rituales. En este sentido, debe mantenerse el modelo del sabio Sigmund, que nunca cesaba de prestar atención a sus propios errores, para corregirlos cuanto antes. En la práctica del psicoanálisis he observado que muchos colegas permanecen fijados a los textos como si se tratase de obras sacras y verdades reveladas, con arrogante desdén hacia los cuestionamientos que se realizan desde otras ópticas. Freud no ha creado una religión, sino una disciplina con ambiciones científicas. Como tal, debe ser objeto de estudios incesantes y descarnados y escuchar las críticas de los pacientes y de la sociedad, además de estudiar con interés los progresos de otros campos.

Al siglo y medio del nacimiento de Sigmund Freud, debemos manifestarle nuestra gratitud por haber insuflado al mundo el soplo maravilloso y fértil de su genialidad.
© La Nacion

Por Marcos Aguinis
Para LA NACION

http://www.lanacion.com.ar/opinion/nota.asp?nota_id=793189
LA NACION 31.03.2006 Página 19 Opinión

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